Sunday, February 27, 2005

Feb 27/05 - Sobre la nueva ofensiva del regimen contra los medios internacionales

PMBComentario: Carlos Blanco, politólogo y juicioso comentarista, da
certeramente en el blanco en esta columna donde toca el tema de la
rabieta del Ministro de "Información" del régimen. Hace unos días el
joven Ministro Izarra, que una vez trabajo para CNN y quien se
preciaba durante su tiempo de Consejero de Prensa en la Embajada
bolivariana en D.C. de su dominio de varios idiomas y sus relaciones
con la prensa, mando al infierno a todos los periodistas extranjeros y
dio por finalizada - sin logro evidente - sus gestiones de "lobby" con
medios extranjeros.

Al seguir reportando y editorializando estos últimos sobre una
realidad cada vez mas palpable y patética, lo único que le queda al
gobierno es apuntar a una conspiración global en su contra movida por
George W. Bush como antesala para esa muy anunciada y ¿deseada?
invasión por parte del "imperio" que justifica la teoría y procura de
la guerra asimétrica.

Lo que preocupa de la gritería medio maricona y completamente
sicofantita de Izarra es que al no ser despedido ipso facto por su
jefe "Viva Chávez" confirma, como apunta Blanco, que entramos en una
nueva etapa de esta fea autocracia. Al mandar al penthouse de Satanás
a quienes hasta anteayer intentaban conquistar directa e indirectamente
por medio de vehículos costosos como Patton Boggs, the Venezuelan
Information Office y empresas impúdicas como ChevronTexaco, lo que nos
queda es esperar la aplicación de mas medidas de presión para
silenciar, o expulsar, a los corresponsales extranjeros. Una vez hecho
esto seguramente disminuirá la corrupción, la ineficiencia y demás
crímenes de estado. Como en versiones anteriores de la MISMA película,
la culpa es siempre de quien reporta y no de quien delinque. PMB

Nota: escribo esto desde Rusia, y sin acentos. Esto es culpa de Bill
Gates y Toshiba, fabricante de laptop ajeno donde no encuentro como
acentuar mis palabras. ¿Serán también parte de la conspiración?


OPINION
Viaje al centro del infierno

Carlos Blanco

La reciente rabieta del joven Izarra, según la cual ya no iba a
intentar explicar nada a los corresponsales extranjeros y a la prensa
internacional, es, con cierto matiz de inmadurez, el anuncio de la
intensa confrontación que se avizora.

Dijo el emisario que "ya basta el protocolo con la prensa que
envenena. Yo desde aquí los mando al infierno".

Se podría decir que al funcionario se le fueron los tiempos; la
vocería del poder suele producir inmensos trastornos en figuras que,
de antiguo, han podido ser mesurados ciudadanos.

Es más grave esta alferecía cuando se trata de un gobierno
autocrático; en este caso, la vocería es casi como la sustitución de
la Voz del Altísimo. En las democracias, esa función nunca tiene
sentido protagónico; es una manera institucional de hablar; y el
carácter, nombre y cédula de identidad del funcionario importan poco.

En las autocracias, el vocero es un sosia del voceado y genera cierta
intimidad con el caudillo, pues éste suele preocuparse por el tono,
los sonsonetes y cadencias de lo que otros dicen en su nombre. Siendo
así, resulta que es el propio Comandante el que ha procedido a enviar
a la prensa a cobijarse en los predios de Belcebú.

Argumenta Izarra que hay que ponerle coto a la prensa internacional y
sus "lacayos locales". Como se observa, el régimen no estima que la
crítica que se produce dentro del país es producto de la observación y
deliberación de los medios de comunicación nacionales. Es decir, la
opinión adversa es inducida desde afuera. La ridiculez de estas
afirmaciones no debe conducir, sin embargo, a ignorar el profundo
desprecio que el vocero tiene hacia sus propios colegas. No; no pueden
ser sus opiniones, informaciones o análisis propios, autónomos. Si
éstos son adversos al Gobierno nada más lógico que pensar que el
veneno viene de afuera. Por sí mismos no serían capaces de producir
tan mala opinión. Mayor desprecio hacia los periodistas y medios
venezolanos no puede haber.

Sin embargo, hay cosas más graves en la pataleta ministerial. Dice el
interfecto que "estamos cansados de enviarles cartas, de reunirnos con
ustedes, de decirles que están descontextualizando, mintiendo,
manipulando y tergiversando. Ya basta de hacerles lobby para
explicarles lo que aquí pasa". Esto sencillamente equivale a una
confesión. Cuando un gobierno manda cartas, mensajes, pide reuniones,
hace gestiones hacia los medios de comunicación a los que acusa de
mentir, manipular y tergiversar, lo hace para intentar cambiar la
línea informativa de las empresas y de los periodistas que en estas
laboran. Hay dos elementos gravísimos en la confesión del colérico
ministro: la primera, consiste en asumir que son los burócratas
gubernamentales los que tienen la potestad de decidir quién dice la
verdad y quién no; la segunda, se refiere a que el régimen asume el
derecho de presionar para que los medios de comunicación digan cosas
diferentes a la que los periodistas observan y analizan.

Necesitaban una "prueba" de la conspiración "mediática" de Estados
Unidos. Nada más apropiado que arremeter contra el corresponsal
británico Phil Gunson, que escribe en varios diarios de EEUU. Sus
reportajes serían la demostración de la conspiración internacional. Y
cuando el periodista Gunson, de manera muy calmada, le dice al
ministro que acusa sin pruebas; exactamente de la manera que el mismo
Izarra dice que hace Washington, entonces este se indigna y adquiere
tono de prócer. Por eso concluyó su intervención en la que anuncia la
ruptura con los medios, con la proclama que dice: "Míster gringo, ten
la seguridad que te vamos a volver a derrotar (...) porque trabajamos
con la verdad, tenemos moral y sobre todo algo muy especial, un líder
que nos une y nos inspira el comandante Chávez. Imperio de EEUU desde
aquí le gritamos, no pasarán. Viva Chávez". Se notará que casi le
declara la guerra mundial a Bush y de paso se guinda sin atenuantes de
los abalorios presiden ciales.

No es sólo una competencia por el mecate que muchos tiemplan a la vez
y cuyo tirón sólo padece el comandante. Es más que eso. Se hace
evidente que la inmensa cantidad de dinero que se emplea no puede
evitar que la prensa internacional advierta el proceso de liquidación
de las libertades en Venezuela. Junto a esto, se hace claro que la
promesa del "Nuevo Orden Comunicacional" es una oferta de mayor
represión, cárcel, juicios e intimidaciones contra los periodistas
nacionales.

Prensa libre y autocracia militar no pueden convivir; a la larga, una
de las dos desaparece. ¿Cuál será en Venezuela?



carlosblancog@cantv.net

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