Saturday, April 08, 2006

Apr 7/06 - "Siete Palabras" que consuelan: una Nación en duelo


PMBComentario: Este articulo/editorial lo escribe el mejor humorista-politólogo de Venezuela: Laureano Márquez. Creo que el reemplazo de su refinado y punzante humor, por este profundo y penetrante acto de fe demuestra, como pocas cosas que le leído, la desesperación de un país que libra, sin duda alguna, una colosal lucha contra el mal. La historia nos demuestra una y otra vez, que el bien siempre subyuga al mal, pero tenemos que estar concientes que en el camino hacia la victoria enterraremos a muchos inocentes y habremos de consolar a muchas madres, padres, hijos, hermanos, tíos, sobrinos, nietos, abuelos, amigos, vecinos, y en fin, a todo un país de bien que vive acechado por una violencia que emana de seres humanos cegados por nuestras deficiencias como sociedad pero también alentados por el clima de odio e impunidad que define el talante de una monstruosa e inhumana dizque revolución.

No somos nadie para juzgar a otros, pero la fe nos consuela con la certeza que el juicio final será no solo implacable sino también inapelable.

Que descansen en paz, y velen por nosotros, quienes tropiezan fatalmente con seres sin fe. Que tengamos entereza y esperanza quienes aun debemos convivir con estos desalmados. PMB

“SIETE PALABRAS”

Por Laureano Márquez

Tal Cual

Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.
No pueden saberlo, Padre. La vida es buena porque viene de tu aliento. El hombre tiene dignidad porque ha sido hecho a semejanza tuya. Todo hombre, no este sí y aquel no, ¡todos! Nadie que levante un arma en contra de su hermano puede saber lo que hace. Nadie que conduzca a un país al desierto de la desesperación y la angustia puede saber lo que hace, porque sabio es preservar la vida, compartir felicidad y crepúsculos que evocan la infinitud de tu nombre. Danos señor tu sabiduría para andar por caminos de rectitud.

En verdad, en verdad te digo:
hoy estarás conmigo en el Paraíso
El paraíso no está allende esta vida. Cuando te decimos "venga a nosotros tu reino" es porque lo queremos aquí y ahora, porque sabemos que es posible la bondad y la justicia en esta tierra, porque hay abundancia para compartir, porque debemos ayudarnos unos a otros a ser felices, porque podemos hurgar en nuestro corazón y comprender que hemos sido hechos para ver en el otro un hermano y no un enemigo.

Como dijo Pico de la Mirándola: no nos has concluido completamente para que nosotros, a la manera de hábiles alfareros, rematemos, junto a ti, por el propio arbitrio que nos diste, nuestra propia obra.

Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre
Todos los corazones de esta tierra laten al ritmo de una madre. Hemos descendido con ella al infierno, sentimos como propio el cuchillo que ha sido clavado en su corazón. Has querido dividir su dolor entre nosotros para que no lleve ella tanto peso. Así lo hemos asumido y orado. Los hijos son de todos, los hijos son de esta tierra. Cuídalos, ¡Oh Señor!, líbralos de todo mal. Ayúdanos a que nunca más les pongamos precio, porque su valor es infinito.

¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
A veces, en medio de la desesperación, los hijos de esta tierra sentimos que nos has abandonado. Porque una sociedad que tiene que negociar sus ideas para saciar su hambre, está en el abandono. Una nación sin seguridad y sin justicia, está abandonada. Miserables sentados sobre pozos de riqueza es lo que somos.

Líbranos, Padre, del becerro de oro que ha nublado nuestros ojos y nos impide ver caminos de sensatez.

Tengo sed.
De justicia, de cárceles que no sean mataderos, de respeto a la vida, de educación, de honestidad administrativa, de dignidad, de coherencia, de cultura.

En fin, tenemos sed de país, de patria, de destino compartido. No del vinagre del autoritarismo y del ensañamiento tenemos sed, sino del agua dulce de la vida y de la paz.

Todo se ha consumado.
Como un pueblo perdido en busca de salvación, hemos transitado por el desierto. Una larga historia de errores, de abusos, de violencia y fracasos nos precede.

Hemos adorado falsos ídolos y seguido mesianismos impostores, hemos dudado de nuestras posibilidades y perdido la fe en nosotros mismos. ¿No será posible la resurrección, el renacimiento en una idea, el volver a volver?

Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu.
A tus manos, que nos amasaron para la felicidad y no para el sufrimiento, vuelve todo. Encomendamos en tus manos el espíritu de un pueblo. Tu heredad, una raza buena que "ama, sufre y espera". Lo encomendamos no para la muerte, sino para la vida. Para la vida eterna, es decir, para la vida que es eternamente vida porque nos trasciende. Para que ella sea depositada, amorosamente, en manos de hijos que crezcan hermosos, libres y la entreguen a los suyos, como llama encendida de virtud, por días sin término.

Amén

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